Libros para un confinamiento (XII)

NOSTALGIA DEL COLE

Pasan cosas rarísimas últimamente. Que por mayo era por mayo, cuando face la calor, cuando el camino de vuelta a casa tras el colegio o el instituto se hace sofocante bajo el sol de las dos de la tarde, cuando los universitarios preparan sus exámenes al tiempo que sueñan con las inminentes vacaciones. «Eran las noches incurables / y la calentura. / Las altas horas de estudiante solo / y el libro intempestivo / junto al balcón abierto de par en par», escribía Jaime Gil de Biedma (sobre junio, pero para el caso es lo mismo). Por este mes hasta los padres más inflexibles suelen compadecerse de sus chiquillos, cuyos flequillos y cogotes se humedecen y brillan de puro sudor durante las largas jornadas de estudio, y desean ya una pronta venida del verano y de sus interminables días y noches de asueto. Pasan cosas rarísimas últimamente, sin embargo, y lo que extrañan los padres ahora es el colegio; por no hablar de los universitarios, que andan organizando huelgas online contra las ciberclases y los ciberexámenes. Cosas rarísimas pasan, pero más raro aún es lo venidero: septiembre marcará la vuelta al cole solo para algunos; de no llegar la ansiada vacuna, las aulas se verán obligadas a albergar grupos de no más de quince personas, lo que obligará a más de la mitad del alumnado a seguir las clases desde casa.

No sería extraño que esa mitad afortunada sufra un poco de yuyu, para colmo de alegrías. Dicen los expertos que la paranoia general, la alarma social, el bicho suelto y el aislamiento pueden provocar el llamado síndrome de la cabaña. Los peques, porque son los peques quienes nos interesan hoy, no una población universitaria que en un considerable 97,8% identifica la vuelta a las aulas con un sensual retozar en el césped del campus, y no los culpamos. Los peques, decíamos, tras haber pasado tanto tiempo entre cuatro paredes y entre papás y mamás, manifestarían según esto un no sé qué, una angustia, un terror aún más elocuente a la vuelta al cole más extraña de la historia. En esa tesitura, nada nos parece más conveniente que apartar un día de su mesa los cuadernos de vacaciones y poner en su lugar un Bubble Gum Boy, el álbum ilustrado de María Ramos. Nuestro niño-chicle comienza el curso en un colegio nuevo y, como nos ha pasado a todos alguna vez, lo lleva fatal. ¿Qué pensarán de él sus nuevos compañeros? Son todos tan guays… Y él es tan absurdo… Solo después de observar a Cebollita, Ernesto y Mandarina un buen rato, de admirarlos por lo que valen y de meditar moderadamente sobre el tema, el bueno de Bubble se contagiará de su alegría de vivir y exclamará el mantra de este libro talismán: «Iguales es un rollo. ¡Distintos es mejor!». Acabáramos. Pues claro.

Hasta que llegue ese día habrá que apañarse en casa y para ello tenemos unas cuantas recomendaciones que enriquecerán su aprendizaje. ¿Con qué? Pues con más aprendizaje, pero del otro, del que hace risa, ayuda a olvidar lo feo y da color a la vida. Crecer, de Eleonora Marton, es un libro que ayuda a los niños a familiarizarse con las unidades de medida: ¿Quién es más alto, mamá o un bebé jirafa? ¿Cuánto mide un bebé koala? ¿Cuál es mayor, la distancia entre tus dedos índice extendidos o la que hay entre tu cabeza y tus pies? ¿Cuál es la altura media de un europeo? ¿Cuánto miden los pinreles más largos del mundo? Brillante y amarillo, el libro se despliega y se hace grande; pero estas criaturitas nuestras, también. Van ya dos meses de encierro, y la chavalería gana centímetros a un ritmo vertiginoso. Cuando eso, mejor no abundar en lo malo: me dejen de pintar rayas en la pared como en una celda; desplieguen este libro y cuélguenlo con una chincheta. Les garantizamos más de un metro ochenta de gozo.

Seguimos con los números porque no nos cansamos de recomendar a Gucho y César, de Krystyna Boglar y Bohdan Butenko. Tal es su virtud que hasta las matemáticas devienen en algo bello y lleno de emoción. Desolados por verse incapaces de memorizar las insidiosas tablas de multiplicar, que van durando ya más que las de Moisés, el hipopótamo Gucho y el perro César se lían el petate para viajar a la Isla de las zanahorias, donde inesperadamente tendrán que hacer algunas multiplicaciones y sumas para lograr salir de varios embrollos y continuar así hasta la siguiente aventura: ¿cuántos cocos hay en las palmeras, cuántas zanahorias, cuánta medicina hay que tomar?… Cuentas aparte, la saga de Gucho y César es una oda a la amistad que inauguró los muy celebrados cómics polacos y sigue siendo hoy una de las mejores formas de introducir a la camada en el mundo de los tebeos, aparte de enamorar con su trazo a los mayores.

«Hemos estado aprendiendo a hacer cuentas en el extranjero», dice Gucho de vuelta de su aventura. Pero ¿y nosotros? ¿Cuándo viajaremos? ¿Cuándo volveremos siquiera a embarcarnos en una excursión escolar? Un modo inmejorable de evocar la alegría del viaje es recurrir a nuestro Pasaporte, el maravilloso librito de actividades de Robin Jacobs. Presentado como un facsímil lleno de actividades, Pasaporte sería un fantástico compañero para ocupar las interminables horas muertas en el aeropuerto, pero funciona aún mejor para aligerar estos largos días de espera mientras anticipamos unas supuestas vacaciones locales o, como mucho, nacionales. Las actividades del libro incluyen temas y materias como la geografía, las zonas horarias, los sellos de distintas partes del mundo y las distintas maneras de decir «hola» en 30 idiomas distintos. ¡Incluso un pasaporte en miniatura para la mascota o el peluche favorito del propietario!

Para terminar, aunque tengan la tentación de pasar rápido las hojas del calendario, nuestro consejo es muy otro: registren todo esto, sin miedo, con el cosquilleo esperanzador de imaginarse mirando atrás, sin ira, solo llenos de estupor, dentro de… ¿cuánto?, ¿quince años? Ganador del 2º premio a los Libros Mejor Editados en 2018 del Ministerio de Cultura, El libro del futuro es un libro-cápsula del tiempo cuyo objetivo no es otro que conseguir un retrato fiel del lector, de la lectora, en este presente inconcebible. Ahora más que nunca imaginen viajes alrededor del mundo, recuerden para siempre a su familia y a los amigos del verano pasado; registren aquellos secretos que hoy no le revelarían a nadie; imaginen el futuro de nuestro planeta y su propio porvenir. Una vez completado, el autor o autora de su particular «libro del futuro» deberá enviar la carta incluida al final del mismo, guardarlo en su funda protectora y firmar el juramento. Esta editorial se presenta con el compromiso firme de devolver a cada niño (o a cada adulto) la carta que se dirigió a sí mismo al cabo de quince años. La carta le recordará dónde está guardado el tesoro. Y el tesoro no será otro que el inagotable enigma de nuestro paso por el mundo.

23/05/2020
Fulgencio Pimentel