Hace más de veinte años que Daniel Clowes (Chicago, 1961), personalidad imprescindible del cómic estadounidense, reside en la ciudad californiana de Oakland. El paisaje de fondo que figura en sus cómics se parece sospechosamente al de esta localidad en vías de gentrificación, situada en el extremo este de la bahía de San Francisco, de la que Oakland parece una especie de doble más asequible y menos agraciada. La ciudad es un concentrado de esos Estados Unidos suburbanos, de clase media y sin atributos especialmente memorables, que vuelven a brotar en su último cómic. Paciencia (Fulgencio Pimentel) relata el asesinato del personaje femenino que le da título y aborda la sed de venganza de Jack, su compañero, que utilizará una máquina del tiempo para regresar al pasado y alterar el final de su trágica historia.

Pese a virar hacia la ciencia ficción, el dibujante admite que pocas cosas le inspiran tanto como dar una vuelta por barrios como Piedmont o Rockridge, repletos de carteles que piden el voto por Bernie Sanders. “Sería incapaz de firmar un cómic que transcurriera en Nueva York, Londres o París, lugares algo sobrecogedores sobre los que ya han hablado tantos autores. En Oakland conozco las particularidades de todos los barrios y me siento en casa como no me ha pasado en la vida”, explica Clowes. El autor vive con su esposa e hijo en una zona residencial apacible, pero pegada a un cementerio donde descansan glorias locales como el fundador de la escuela pública en California o el primer jugador de beisbol abiertamente homosexual.

En casi cada esquina parece asomar uno de sus personajes, hombrecillos patéticos pero en el fondo entrañables, irascibles e incomunicados, de mentes insanas en cuerpos insanos y decididamente misántropos. Un prejubilado…

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28/06/2016
El País