Las firmas de cómics, esos momentos en los que se cruzan la devoción del fan y los actos promocionales del autor, suelen resolverse de manera un tanto fría: unos minutos de cordialidad estandarizada y una dedicatoria con dibujo de por medio. O también puede suceder que el dibujante en cuestión se arranque mechones de la peluca pelirroja que lleva puesta para pegarlos en los libros, que los lectores le regalen porros de marihuana, o que le pidan que les haga dibujos en el cuerpo para tatuárselos más tarde. Lo segundo, no obstante, solo es posible si quien se sienta detrás de la mesa es Simon Hanselmann, el historietista australiano que hace tres años era un desconocido y ahora es una celebridad del mundo del cómic.

No hay nada habitual en Hanselmann. Solo hace falta verle unos minutos en la presentación en Madrid de Bahía de san búho, su segundo cómic en castellano publicado por la editorial Fulgencio Pimentel, para darse cuenta. Habla con todos sus fans —y queremos decir con todos: en Barcelona se llevó a cuarenta de ellos a un bar cuando la librería cerró- vestido con minifalda, medias rosas, camiseta con tetas de relleno y pecas pintadas en la cara. Cuando te acercas a él, despliega un encanto personal que hace que su interlocutor quiera ser inmediatamente su nuevo mejor amigo. Y cuando posa para la sesión de fotos lo hace como si llevase años delante de las cámaras, mientras bromea diciendo que ahora es una supermodelo. Transmite tanto entusiasmo…

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02/06/2015
El País