Sammy Harkham. Al fondo, la ciudad sigue palpitando
Resulta difícil imaginar otra nación más obsesionada con sus propias mitologías que Estados Unidos. En parte, porque su Historia no deja de ser corta; en parte, también, porque su evolución se ha producido a grandes zancadas. Sin tiempo, casi, para digerir un cambio antes de que se precipite otro. Ahora que Hollywood vuelve la mirada una y otra vez a aquellas décadas en las que el cine echaba a rodar y las estrellas y las historias se fabricaban con otra pasta, esa obsesión de la que hablaba líneas arriba viene acompañada de cierto poso de amargura. Puede que para algunos sea nostalgia, pero la lógica capitalista del asunto y su velocidad para transformar a la sociedad indica lo contrario. O sea, que todo fue más fugaz. Y que eso, después de tanto tiempo, se acaba por olvidar.
La sangre de la virgen arranca en un momento en el que los grandes estudios viven su eclipse, a falta de que entren…