Andrea Pazienza
Andrea Pazienza (San Benedetto del Tronto, 1956 – Montepulciano, 1988) es uno de los dibujantes italianos más importantes de todos los tiempos y su legado es comparable al de otros colegas de profesión como Hugo Pratt, Guido Crepax o Milo Manara, mientras su popularidad y consideración supera incluso a la de los citados dentro de Italia. Fue uno de los miembros fundadores de la revista mensual Frigidaire en 1980, donde publicó su serie Zanardi, y también colaboró en otras revistas como alter alter, Linus o Comic Art, todas ellas reconocidas como fundamentales en la evolución del cómic europeo. Extraordinariamente prolífico y con un enorme talento tanto para el dibujo como para el retrato de la juventud de su tiempo a través de diálogos incisivos y naturalistas, Pazienza es sin duda el autor de cómic más influyente de las cuatro últimas décadas en su país natal. Destaca también la concepción artística y exigente con el lector que aplicó Pazienza a su trabajo, donde elementos como la composición de página o la elipsis jugaban un papel fundamental en la percepción de los relatos y en la profundidad argumental y emocional de las historias. Pazienza no se limitó al ámbito del cómic, y fue requerido a menudo por artistas de otros ámbitos que reconocieron una sensibilidad compartida y quisieron enriquecer sus trabajos con las aportaciones del dibujante. Así, Pazienza realizó pósteres para películas (La ciudad de las mujeres, dirigida por Federico Fellini), cubiertas para LPs (principalmente para Roberto Vecchioni) y diseñó los decorados para Soy el pequeño diablo, de Roberto Benigni y Dai colli, de Giorgio Rossi. También fue un extraordinario pintor y su obra se expuso en centros como el Palazzo delle Esposizioni di Roma.
Durante la primera mitad de la década de los 80, Pazienza fue consumidor de heroína, pero se desintoxicó en 1984. A partir de ese momento, profundizó en dos de sus pasiones, la historia y la poesía, alumbrando algunos de sus mejores trabajos: Pompeyo, Campofame y Astarté. Pazienza murió en 1988 debido a una sobredosis. Tenía 32 años. Lejos de disminuir su talla como autor, la prematura muerte de Pazienza lo convirtió, justificadamente, en una leyenda. La calidad de su producción, la relevancia de los temas abordados, su amplio rango de registros y un apabullante talento innato configuraron a un artista que definió culturalmente la Italia de los años 80 y, desarrollando su trabajo en un ámbito muchas veces culturalmente denostado como es el cómic, pudo medirse con grandes figuras de otras artes más reconocidas.