Por una mata de pascua
Agotado
Dulce y brutal, lírico, sobre todo, y prosáico, preciso y contundente, Rafael Alcides es un escándalo poético.
Edmundo Aray
Sus versos, desprejuiciados, anhelantes, inauditos, dan la impresión de no haber sido trazados sobre un papel, a la manera en que suelen hacerse los versos, sino encontrados entre los sonidos del mundo por el poeta y por él atrapados de un certero manotazo.
Manuel Díaz Martínez
Fue en 1984 que Rafael Alcides salió, con el libro titulado Agradecido como un perro, de una etapa de silencio. Tuve entonces diecinueve o veinte años de edad, y leí de un tirón aquel libro para encontrar al menos dos Alcides. Uno, de escuetos pero muy efectivos recursos, llano, camaraderil, sentimental. Otro, enfebrecido, enfático, capaz de iniciar de este modo un poema: «¡Oh, hecatombe! ¡Oh, día negro!». (...) Testigo como fui de su salida del silencio, puedo conjeturar cómo serán las cosas cuando él ofrezca a sus lectores nuevo libro: Obligado por idéntica aprensión, supongo que incurrirá otra vez en la reunión de poemas de varias de sus obras. Él, que ha ordenado los apartamientos y silencios de su vida como se ordenan las cesuras y blancos del poema, ofrecerá en ese volumen una autobiografía. No otra cosa son sus libros publicados. Estará allí, infaltable, esa mata de pascua a la que llama bandera de su infancia. Los traficantes de ganado se detendrán, en las noches de enero, para encender grandes hogueras y asar un animal bajo la luna. Un poema entremezclará hasta la confusión la cópula y el parto. Las hojas de los árboles caerán en las películas para marcar el paso de los años, y así se irá la vida lo mismo que en la pantalla de los cines. Retornarán «aquellos espaguetis de entonces al caer la tarde / con su olor de guayabas remotas que el viento traía desde el bosque y el río / como una bendición, / si el recuerdo no miente, / si todo no fue un sueño». Y Alcides, quien posee en persona una voz redonda y tremenda, meterá la cabeza en el paréntesis de uno de sus poemas para gritar: «¡Yo ya fui de Barrancas!».
Antonio José Ponte
El primer libro de poesía publicado por este “insiliado” en dieciocho años incurre de nuevo, junto a un deslumbrante cuerpo de poemas inéditos, en la reunión de versos pertenecientes a varias de sus obras. Se cumple así la profecía de Antonio José Ponte: “Él, que ha ordenado los apartamientos y silencios de su vida como se ordenan las cesuras y blancos del poema, ofrecerá en ese volumen una autobiografía.”
Edición de César Sánchez y Alfonso Martínez Galilea. Prólogo de Antonio José Ponte. Con 8 dibujos de Tito Inchaurralde y una ilustración de cubierta de James Shirley.